
LOS ESCAPISTAS HA/CEN
Al hipotético lector que me leyera, quiero decirle que tengo unos amigos viviendo en un puerto, en el Occidente del país. Habitan una casa con vista al mar, cruzada por el tren, adornada por palmeras y un calor saludable hirviendo todo el año. En la apacible marcha de los días, ellos juegan con palabras impresas en los autos, con versos que regalan en el techo de un mercado. Incluso, vestidos de militares, bondadosos pescadores los escuchan declamar la oración del tiempo, la comunión del fuego, la poesía, sobre un buque atracado en el corazón de la ciudad. Aquí late el mar y desde ahí se instala el fervoroso abrazo de los versos.
Al hipotético lector, que ahora juzga lo que escribo, quiero insistir en presentarle a mis amigos. Ellos practican (y ya empezaron a hacerlo público) el placer de degustar ricas viandas, doradas cervezas, transparentes vasos de ligero whiskie, mientras escuchan a poetas entonar las cuerdas del dolor y del silencio, del amor perdido y del gozoso, de los cofres de tesoros y de pañuelos.
Qué forma generosa de contemplar el paso de la vida. Por ahora llamaremos, hipotético lector, a mis amigos, Los Escapistas. No tiene caso detenerse a dilucidar sobre el sentido de los nombres, pero diremos que no basta corazón para nombrarlos. Es, en serio. Adentro de su casa, que es todo un puerto, han instalado una habitación, Casa Malagua, donde empezó todo. Por caracoles libros, por carteles pescados, por cuadernos un salero. Pero no exageremos, ellos siguen leyendo las líneas de las manos que hay dentro del pecho, mientras una carcajada los dirige por el túnel vencido del tiempo.
Ellos, primero ellos, quisieron compartir su gusto por la poesía, y organizaron un Festival. Llegaron hombres y mujeres de la nieve, del desierto, llegaron poetas arropados con libros tersos, volaron los que padecen de nostalgia y del brillo estridente de una juventud a pelo, y Los Escapistas abrieron las venas de su casa, que es todo el puerto, y los llevaron a mercados, a bares, a buques y a conciertos. Es una historia alegre que ahora cuento, hipotético lector, para que sepas, que ellos, mis amigos, convirtieron su casa en una semana escrita a versos.
1 comentario:
Carlos:
Qué te puedo decir, si has visto nacer a los escapistas que surgieron del mar con las buenas intenciones de compartir la lectura en convivencia.
Hermoso texto.
Gracias a ti, por estar siempre y por los ánonimos que con el tiempo se acercan a escaparse.
Elsaí
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