martes, 27 de abril de 2010

Cuadrivio ilcitano








Copyright de Sandra Velázquez Alcaraz.

domingo, 25 de abril de 2010

Cajitas

Acá, en la buhardilla, hace unos días terminamos de ver las siete temporadas de Nip/Tuck, esa creación genial de Ryan Murphy para la televisión. Sobre esta brillante serie hablaré con calma en otra ocasión, porque además Murphy forjó otra exitosa producción para Fox: Glee, que en su segunda temporada ya promete otra vez record de audiencias. No sólo arrasó con todos los premios norteamericanos a la televisión, también creó conmoción en la familia Obama que, obligada por las féminas del hogar, invitó al elenco a la Casa Blanca.

En fin, decía que cuando terminamos de ver todo Nip/Tuck llegamos a pensar que seriesyonkis ya no tenía sentido, hasta que descubrimos Weeds, de Jenji Kohan. Es una serie muy bien estructurada producida por Lions Gates, una cadena con menos presupuesto que Fox, por lo que tal vez no obtenga la publicidad de las obras de Murphy pero no por ello la serie deja de ser inteligente y entretenida. Es eso, y como las de Murphy, su narración, sus discursos, su música, sus diálogos, sus actuaciones y demás detalles, hacen que uno mire el mundo con cierto cosquilleo en la reflexión más profunda, esa que uno suele hacer mientras lava los platos, o reposa en el sofá, o prende fuego al vecindario.

Bueno, en estos días de vacaciones, acá, en la buhardilla, a la que está cordialmente invitado, nos levantamos con el sol casi a la mitad del cielo y vimos el primer capítulo de la segunda temporada de Weeds. También se puede ver por televisión, en A&E y en Film and Arts, me han dicho, la pasan aunque ninguna cadena de tele abierta mexicana se ha puesto las pilas para comprar su transmisión. Será por la naturalidad con la que presenta el asunto de la compra venta de marihuana. Será porque nos sigue gustando la repetición de telenovelas que con orgullo produce el Canal de las Estrellas desde que Noé construyó la barca.

De cualquier forma, el primer capítulo de la segunda temporada de Weeds promete que será una buena saga. Cuento rapidito el argumento general de la serie, y luego me entretengo en lo que quería contar, la genial banda sonora que es todo un poema desde la introducción. Nancy Botwin (Mary-Louis Parker) vive en un suburbio californiano (ya sabe, esos modelos de perfección gringos: casas grandes, piscinas, cocheras, camionetas, muebles de lujo jardineros mexicanos…) llamado Agrestic, donde la clase media oculta debajo del felpudo de la entrada toda la basura que consume a los seres humanos: las obsesiones, las mentiras, los excesos, las pasiones, y ese largo etcétera que cuando hablamos de humanidad significa la parte oculta que usted no le muestra ni a su sombra.

Nancy es una madre viuda, tiene dos hijos con las peculiaridades con las que sobrevivimos cuando rondamos la adolescencia. Para mantener su estatus y conservarse en el mainstrem de Agrestic, Nancy se dedica a vender marihuana en un estado donde prácticamente es legal tanto su compra-venta como su cultivo. Pero ya se imaginará, la vida de Nancy es un caos con este escenario y el dibujo del escenario mismo (ese suburbio soñado por las pesadillas del neoliberalismo) es una crítica sorda al establishment social.

Así a grandes rasgos. Pero lo hermoso es la canción de introducción “Little boxes”, de Malvina Reynolds y popularizada por Pete Seeger en los setenta. La versión de Weeds es la de Reynolds, pero a partir de la segunda temporada aparecen distintas versiones, incluidas Elvis Costello, Joan Baez y una interpretación sinfónica.

La verdad es que debido a la sencillez de la letra resulta muy complicado producir el mismo efecto del inglés al trasladarla al español. Pero tampoco me puedo resistir a hacerlo, como ya lo hizo un cantautor español, Alfredo Celdrán, con buenos resultados en la armonía musical pero sin la fuerza de la lírica original, una especie de “minimalismo funkie”. Ofrecemos una traducción antirítmica pero entusiasta.

Cajitas

Cajitas de la colina
caitas hechas de ticky tacky,
cajitas de la colina
cajitas todas iguales.
Hay una rosa, una verde
y una azul y una amarilla,
y todas de ticky tacky
y todas se ven iguales.

Las personas de las casas
van todas a la universidad,
donde las ponen en cajas
y salen todas iguales.
Hay doctores y abogados
y hombres de negocios,
todos hechos de ticky tacky
y todos se ven iguales.

Y ellos van a jugar golf
y beben martinis secos
y tienen niños hermosos
y los niños van al colegio.
Y los niños van a cursos de verano
y luego a la universidad,
donde los ponen en cajas
y todos salen iguales.

Y los muchachos crean empresas
y se casan y tienen hijos
en cajas de ticky tacky
y todas se ven iguales.
Hay una rosa, una verde
y una azul y una amarilla,
y todas de ticky tacky
y todas se ven iguales.

domingo, 4 de abril de 2010

jueves, 1 de abril de 2010

Unomásquetú

Puedes verlos en cualquier parte. Nunca pensarías que son distintos a ti, y eso, en el futuro, te producirá el primer escalofrío. La primera sensación de que algo anda mal contigo mismo. Correrás a los espejos. Le preguntarás a tu mejor amigo. Antes de dormir, pedirás consejo a tu mujer para saber si hay algo distinto en ti, si es posible que algo haya cambiado, de un momento a otro, cuando tomaste aquel café sin ganas, cuando bebiste una cerveza en un bar cualquiera.

Es que ellos/ellas usan tu misma ropa. Frecuentan los mismos sitios que tú. Se divierten, a veces, con las mismas niñerías que tú. Ahí comienza la diferencia. Apenas son iguales a ti, se distinguen. Tú puedes andar con la guardia baja sólo porque sabes que el mundo no es un campo de guerra, puedes andar desprevenido porque no pretendes combatir todos los rounds todos los días. Pero ellos/ellas sí. Ellas/ellos te dirán: soy unomásquetú. Cuando lo descubras y trates de explicarlo, claro, terminarán por decirte: lo descubrí antes, cómo es que no te dabas cuenta.

La/él unomásquetú no necesitan explicaciones. Son su propia explicación. Hace un frío tremendo, que todo el mundo va con su abrigo y las manos en los bolsillos, mientras avanza por jardines que brillan, por la humedad de la noche de un invierno como el que nunca en los últimos treinta años ha habido, pero el/la unomásquetú tendrá la respuesta. El año pasado, dicen, en plena primavera se vio algo insospechado cuando comenzó a nevar por el norte, y caían bloques de hielo adentro de mi edificio. Y en mi departamento, donde no tengo jardín, salía a regar las plantas con una camisa sin mangas.

Te los encuentras también en todas partes. Comienzas una conversación mientras esperas el camión. Haces fila en el banco. Estás por comprar el periódico, y surgen con su rostro amable. Tu mejor amigo, a veces, puede ser el diablo. Unomásquetú parece endeble, frágil, necesita conversar con alguien, que eres tú, y empieza la batalla. Le dices que ha sido un día malo, que te ha cagado un perro, que te corrieron del trabajo. Y ella/él dirá: el mío ha sido peor, mi perro está estreñido, me ascendieron de puesto, mi mujer me ama.

El unomásquetú sabe de todo. La historia de Samotracia, la fecha de nacimiento del Che Guevara, el número de versos de la Biblia. Y si tú argumentas algo, un despiste, un ligero detalle para alargar la conversación, te dirán que tus palabras son de wikipedia. O dirán que qué pedante puedes llegar a ser. O que qué aburrido es hablar contigo. O que cómo es posible que andes así por la vida, porque la vida, deberías saber es… Y cuando estés fatigado, cuando estés insoportablemente cansado de tanto discutir, darán otra respuesta: fíjate que he conocido a alguien insoportable, me dice siempre que es uno más que yo, y eso sí no me lo entiendo. Yo tampoco lo entendería.