domingo, 29 de noviembre de 2009

martes, 24 de noviembre de 2009

Vale, vale

Esto no es hablar así, tampoco.
El vale es otro
y no el hablar
sucio de mi abuelo.
Esto no es
hablar así, ni mucho menos.
Hablar en tiempos
compuestos no es lo mismo
allá, en lo profundo,
en las raíces de esta lengua mía
pero más tierna.
Esto no es
hablar así, decía,
y me pongo
famélico y niño y grave y tenso
pero al subir al bús o al camión,
la palabra orfandad
--igual a todos--
se me queda en la garganta
con un aire
de veneno prometido.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Adiós a la imaginación

Lo lamentable de la crítica actual es su poca imaginación, y en eso se parece al ejercicio de la política de moda: utiliza los mismos argumentos del pasado para resolver problemas que no ha sabido, nunca, situar. Nadie está dispuesto a dar un salto al vacío a través de la aventura de lo no dicho, a través de las ausencias que nos acosan, para mirar de veras un mundo más amable (o más cercano a la experiencia del mundo) en herencia al porvenir. Se malbaratan ideas que ya están en venta, y es sabido que sólo el Diablo es capaz de comprar a destajo hasta dos veces el alma antes adquirida.

¿Quién es el primero en dar fe a la intuición antes que al positivismo? Por mi parte, cambio herramientas desgastadas del método cartesiano por o dos tres cuerpos de amor de Modigliani. Una sola, de las muchas carencias, de las leyes del hombre por un atardecer de la música de Duke Ellington. Nadie apuesta ahora por la imaginación y la fantasía, sino por lo monótono, lo ya construido, lo seguro: semejante al fin de la Edad Media, aquella que cada vez es más nuestro reflejo.

En mis vistas al siglo XIX aparece el mismo listado de cuentas por saldar, sí, pero también de problemas planteados. Pareciera que salvo la moda, no hemos avanzado en término de ideas; si acaso en el término de las ideas. Y aunque se me tilde de apocalíptico, no dejo de pensar que estamos por cerrar un ciclo en agonía. Crisis de hipótesis, metástasis mental, cáncer del pensamiento: la crítica social del posmodernismo sigue pensando en cómo encender al ferrocarril (¡oh, el Progreso!) del Porfiriato.

Mientras tanto también acumulamos otras enfermedades, mutaciones del odio y la envidia, la intolerancia y el orgullo vacuo, ego en agonía y auto celebración mortuoria. Los días siguen su curso en una curva interminable alrededor del mundo y miramos crecer nuevas especies de dengue, de influenza y de malaria. Nos vacunamos contra el temor a través de otros excesos para saber si aún podemos palpar esa parte de humanidad que defendimos, algún momento, con entereza: jóvenes hermosos corriendo por las playas, parejas haciendo limpiamente el amor en los bosques, niños que juegan desnudos en la arena.

Habría que llenar de flores las oficinas municipales, tan pobres de presupuestos y empleos, llevar música a las plazas cívicas donde se manifiesta el encono y el rencor. Habría que cambiar el chismorreo de nuestros discursos culturales por algo que de verdad sangre, que sea torrencial como las lluvias torrenciales de agosto, y pulcros de alegría en los dientes blanquísimos de la infancia. Dejar, al fin, al fin, las tonterías de siempre para comenzar a plantear nuevas críticas, limpias lenguas del sol limpiando las ventanas para dejar libre la mirada a la calle. En tenencia, señor alcalde, unos versos y no le cobro el cambio.

Falta imaginación en la crítica y en la política. Para muestras, los reality’s cotidianos de la prensa. Si el cinismo tiene su fortaleza en la voluntad constante, también tiene sus límites en su creatividad pobre: “así soy y qué”, dice el adagio mexicano del cinismo, y ahí se limita su crítica y ahí queda planteada la dureza hambrienta de su personalidad. ¿A poco no hay algo más allá de nuestros temores y nuestras desdichas?

Una hermosa canción popular asienta: vengo a ofrecer mi corazón. En ese mismo tono de humildad y nobleza, ¿quién de verdad está dispuesto a abandonar, por un momento, debajo de la cama, uno de los postulados de la crítica de siempre, por este tazón de café caliente que yo le ofrezco para los días de otoño y así quemar, sorbo a sorbo, el tiempo que ya se asoma?

P. S. Pero como no son las generalidades sino las brillantes excepciones las que salvaguardan a la imaginación, felicito a Alejandro Morales por su premio de Viñetas de la Provincia y a Julio César Zamora por su merecida primera mención. Ellos demuestran que aún hay esperanza depositada en la hoguera de las palabras que se encienden en la página blanca.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Presentaciones de libros




Creo que lo leí aunque de cualquier forma estoy seguro, las presentaciones de libros deberían ser un género literario. Tiene sus propias normas y hay verdaderos maestros en su escritura. Recuerdo clarito, eso sí, el texto de Gabriel Zaid en el que desenmascara a Carlos Monsiváis como presentador de libros, al demostrar que había utilizado el mismo texto para presentar, en actos diferentes, a un poeta de Tulancingo y a las obras completas de Ramón López Velarde.

Tengo muchas anécdotas al respecto. Según mis últimas estadísticas, he presentado 5 mil 929 libros, y mi cifra sólo es superada por el maestro Víctor Gil Castañeda Moy, a quien estimo mucho y por eso no me incomoda su ventaja. Eso sí, todos los días, diario, me esfuerzo por mejorar mis números. Pero es que el maestro Gil es imparable: casi no hay libro que no se precie de serlo, que no lo presente él. Yo he escrito varios improperios. En algunos casos, releo los libros que presenté y ya no reconozco sus palabras, ni las palabras que dije sobre ellos.

Recuerdo que he sido sumamente injusto con algunos, y que mis peores textos son los que dediqué para los libros de amigos. ¿Cómo se debería presentar el libro de un amigo? Yo procuro leer sinceramente el contenido, y no siempre coincide el cariño a la persona con el gusto literario. Entro en dilemas y me voy por la tangente. Pero cuando es real el gusto por el texto, sé que nadie tomará en cuenta mis palabras y mi boca tendrá un tufo a cebollazo.

Ahora las presentaciones compiten con las bodas exóticas, y hay quienes deberían tener sus capillas rápidas como en Las Vegas, para escribir textos de presentación de libros. Además, hay quienes deberían cobrar por sus textos, y otros que deberían pagar por ser escuchados. Seguro los autores han de pensar, “si los Tigres del Norte presentan su último disco en un avión, por qué no habría yo de leer mis últimas poesías en montado en un camello rumbo a Ixtlahuacán”. Cada quien lo suyo. Yo he visto presentaciones en bares, en barcos, en plazas comerciales, en cementerios, en ferias y hasta en asilos.

Pero la presentación más singular a la que he asistido fue la del libro de cuentos Oscuro latir, de Federico Vite. Se realizó en el Bar del Puerto, en Acapulco, Guerrero, durante el Primer Encuentro de Escritores del Pacífico. Para quienes no conocen a Vite, debo decirles que es una mezcla de Jack Sparrow y Tin tan sin su carnal Marcelo. Moreno y desgarbado, sobre su frente cuelga un mechón blanco, que casi nunca se pierde en su abundante cabellera negra que le llega casi hasta los hombros. Este personaje al que le cuesta trabajo hablar en serio, estaba angustiado en el bar porque sus presentadores no llegaban. Diez minutos después de la hora acordada, uno de los asistentes dijo que uno de los comentaristas avisó que no llegaría pero que envió su texto, con la petición de que lo leyera Carlos Ramírez Vuelvas. OK. Hasta ahí no había tantos problemas.

Pero Vite, que de verdad siempre es pura risa y carcajada, estaba angustiadísimo porque en aquel bar, que es como nuestro populoso Taurino, se presentaría su segundo libro de cuentos. Quería equilibrar la mesa. Le parecía lamentable que un poeta invitado faltara a la presentación y que le cediera el micrófono a otro poeta que ni siquiera había leído el libro. Así es que le dijo a otro cuentista que estaba por ahí desbalagado, Carlos Ortiz, que saliera al quite.

A la hora de hora, leí de rápido el texto de Solís, y de inmediato dejé el micrófono en manos de Carlos Ortiz. Durante diez minutos, Ortiz se dedicó a devanear sobre las ediciones en provincia, luego habló de la selección nacional y finalmente recomendó un pescado al mojo de ajo que vendían a un par de cuadras del sitio. Entonces, Vite, desesperado, le picó las costillas como urgiéndolo a que entrara en materia. Con rostro compungido, Carlos esbozó primero un sonrisita leve, luego una sonrisa nerviosa y finalmente estalló en carcajadas. Nadie se explicaba si estaba borracho o había fumado algo de alegría. Luego Carlos volvió a explicar de su amistad con Vite y dijo que no había leído el libro, pero que amablemente se había prestado para entretener a la concurrencia.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Publica ICM, libro de poesía de Ramírez Vuelvas

El periódico Hechos publicó una nota sobre Calíope baila con el poeta ebrio. La comparto.


El libro de poesía Calíope baila con el poeta ebrio, obra de Carlos Ramírez Vuelvas, profesor de tiempo completo de la Facultad de Letras y Comunicación, fue editado por el Instituto Mexiquense de Cultura, como ganador de la convocatoria para publicación de obra 2009, según dio a conocer en mayo del presente a través de un boletín de prensa.

En este año se publicaron 21 trabajos de distintos géneros, cuatro de ellos de poesía. En ese rubro, el jurado estuvo integrado por los poetas Hernán Bravo Varela, Santiago Matías, Óscar Wong, Silvia Pratt y José Falconi. El volumen está incluido en la colección El corazón y sus confines, formará parte de la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario y será distribuido en todas las librerías Educal del país.

De acuerdo a Ramírez Vuelvas, el libro contiene una serie de poemas de corte amoroso, “escritos en un lenguaje dislocado, con imágenes que se podrían calificar como caóticas, a partir de su música y su sintaxis dispersa. Procuré explorar la realidad amorosa desde un desorden aparente, que a su manera simpatiza con la ambigüedad que plantea lo que llamamos en prosa, una relación de amor. De ahí el título: Calíope, una de las representaciones de la Diosa Madre (nacimiento, memoria, amor, muerte), acompañada, seduciendo, a un poeta que danza desquiciado por ella.”

En ese sentido, el poeta ebrio representa “una especie de monje giróvago, que en su éxtasis de amor comienza a nombrar lo que ve. Me gusta la ambigüedad que puede producir el calificativo ‘ebrio’, el sustito que provocará entre los primeros ingenuos, apegados a una noción burguesa de la realidad. En su sentido profano, ebrio es el estado de éxtasis luego de una revelación, en este caso, amorosa, luego de danzar en un mismo eje, el eje del amor.”

El poemario está dividido en tres secciones: “El poeta ebrio”, “Otras tormentas de verano” y “Musa mata poeta”, en las que “también se rinden algunos homenajes a figuras que han explorado intensamente el discurso amoroso desde distintos puntos, y que son fundamentales para mi propia expresión, como Rubén Darío, Thelonius Monk, Syd Barret, Pablo Neruda, Juan Gelman, William Butler Yeats, entre otros.”

viernes, 6 de noviembre de 2009

Caldo de gallina: Pumas 3, alguienmás 2

Yastá!











http://www.vefutbol.com.mx/notas/21163.html

http://www.jornada.unam.mx/2009/11/06/index.php?section=deportes&article=a43n1dep

martes, 3 de noviembre de 2009

La llegada del otoño


A veces, como hoy, siento que la realidad se me viene encima. Yo quería hablar de Colima. Me gustan sus días nublados porque extraño profundamente sus días de sol. Cada vez me gusta más Colima, aunque cada vez me peleo más con Colima. Antes, recuerdo, era una odisea caminar desde Sevilla del Río hasta el centro de la ciudad: yo tenía 10 años y la oscuridad de los lotes baldíos me invitaba a correr. Hoy, ese mismo recorrido es un paseo dominical. Si uno camina por esa ruta encuentra el largo aparador de restaurantes nuevos. Sentados por ahí, grupos de muchachos al margen de los días, de sus días. La lluvia amenaza con sereno y el calor se esconde debajo de las frondas cada vez más verdes de las parotas que te miran de lejos, despidiendo algo, alguien.

Pero también pensé en la maldita realidad virtual que termina por fascinarme. Eso que falsamente han llamado redes sociales, y es el intercambio ocioso de fotografías, tartamudeos, frases entrecortadas, guiños. Nada es real. La realidad virtual sería la hiperrealización de una teoría más veloz a nuestros conceptos. Un proyecto increíble nunca concretado, y que tal vez contenga en su irrealización sus armas de seducción. Algo parecido a lo real, dirigido a otro sitio de lo real, que nos deja la tristeza de lo que no esperábamos. Des ilusión. Sólo vemos el espejismo de una fe aturdida. Ese es su estado crítico, probablemente el único que nos queda. Nadie negará, el más novedoso.

Sandra piensa en los amigos y su estado ambiguo. Digamos, era una fiesta, los eclipses, los soles, las estrellas. Podríamos describir a todos los amigos reunidos en ese lugar. Su manera de apagarse, de agolparse unos sobre otros, de odiarse sordamente. Ella no quiere aceptarlo pero piensa en la condición humana, eso hasta que una cita de Rumi, creo, me da la razón: estamos habitados no por uno sino por cientos de animales que cambian de piel y nombre todos los días, que cambian de día todas las pieles y se transforman y prevalecen y ya no son tampoco los mismos. Y sin embargo, ¿cómo no querer todo el bosque, o el mar, o la selva, o el enjambre, o la trinchera que habitamos sin reconocer que somos lo mismo de otro modo?

Claro, en algún momento imaginé los viajes. La parte que se va y la que se queda tienen un diálogo disfuncional. El problema es que en medio está uno, contemplando la imposibilidad ser uno, porque el que está por irse mira un horizonte tan amplio que termina por absorberlo; y la parte que se queda ve uno tan pequeño que termina por angustiarlo. Es imposible mantenerse con cierta firmeza sin pasar ratos de desmoronamiento. Uno levanta los pedazos que le quedan para tejer con ellos el traje matutino de los días.

Sin embargo, me gusta aquella historia escrita por tantas voces y tantas tragedias que es un coro griego, hasta la presentación del sorprendente actor que logra la carcajada general de la audiencia. El momento de la risa se confunde con el coro de llantos; el momento de los llantos se vuelve, así de pronto, la risa.

Todo eso, y también la llegada del otoño.