lunes, 25 de enero de 2010

La nueva geografía norteamericana, ¿una neomesoamérica narco?



Si los especialistas no se equivocan, dentro de tres décadas los blancos serán una minoría más en Estados Unidos de Norteamérica. Más allá de la paradoja moral que supondrá para los puristas de la raza, el problema se convierte en una controversia geográfica que podía configurar el nacimiento de una nueva nación multicultural en el, hasta ahora, país más poderoso del mundo. Pero es la presencia del narcotráfico, que asola a la Unión Americana desde Colombia hasta la frontera con México, la que se convertiría en el motor de cambio de estas latitudes, un terreno que comienza a ser dominado, a ritmo de parsimonia constante, por latinoamericanos.

Por más esfuerzos que suponga realizar Estados Unidos en materia de narcotráfico, es claro que no ha sabido resolver la situación porque cada día crece la violencia en la franja que va del Norte de México hasta Columbia, por el Este, y hasta San Francisco, por el Oeste. Tanto el Plan Colombia, que moderó el crecimiento de la economía del narco en Suramérica, como el Plan Mérida, a instalarse este año en México, son esfuerzos relativos en un negocio que, tan sólo en territorio mexicano y según cifras oficiales, mantiene en la escalada económica a más de medio millón de personas. Especialistas del Colegio de la Frontera Norte de México aseguran que están involucrados hasta dos millones de connacionales en el negocio, principalmente en el Norte del país, pero también desde los estados de Michoacán, en la costa Pacífico, y Veracruz, en el Golfo de México, hasta los terrenos de la frontera.

La ilegalidad de las drogas prácticamente ha dejado de ser el tema medular. En el Sur de California (entre otros estados de la Unión Americana) se ha permitido el consumo moderado de marihuana, y algunos predicen la permisión de algunas drogas químicas. El principal problema del narcotráfico es la violencia que se genera alrededor de su producción. Pero esta manifestación violenta de la sociedad sobre una base económica tan influyente como la generada por las mafias de narcotraficantes, aventura la aparición de una cultura diferente a la anglosajona dominante. El narcotráfico podría tener el mismo significado de una revolución lenta pero definitiva en la construcción de un modelo social.

En México, esta nueva zona ya tiene configuración propia en el Norte del país, la región económicamente más activa de la nación, que sólo encuentra competencia en el pasillo Centro Occidente que se desplaza desde las costas de Jalisco, Colima y Michoacán hasta perderse entre Baja California, Monterrey y Chihuahua. En esa región también se gestó la llamada narcocultura, que seduce con facilidad a los jóvenes quienes anhelan el poder de los jefes de las mafias o la violencia sanguinaria de sus sicarios. Alrededor de este proyecto de vida se han diseñado ropas, escrito canciones, erguido santos, construido parroquias, cocinado platillos, ensamblado automóviles y urbanizado colonias completas, entre otras actividades propias de una cultura fomentada por el narcotráfico.

Del otro lado de la frontera, en el cuadrante de California hasta Atlanta, y de Texas a Arizona, la situación cultural puede ser similar. Existen 20 millones de hispanoamericanos (de nueva cuenta, cifra oficial que en los números de analistas supone una cantidad conservadora) de los cuales casi el 40 por ciento son mexicanos. De hecho, la prensa de los dos países reporta con regularidad cómo es que los capos mexicanos encuentran asilo en alguno de los estados norteamericanos, cuando las redadas policiales están pisándoles los talones. Esto arguye que en un sector norteamericano hay una aceptación implícita de la cultura del narco, así sea de manera indirecta a través de la corrupción.

Esta nueva nación neolatinoamericana, asentada en el Sur de Estados Unidos de Nortamérica, comienza donde antes terminó Mesoamérica, la más rica franja cultural de la América prehispánica. En el siglo XXI, con el motor económico del narcotráfico, una industria permitida y solventada (¿por intereses corporativos, por ambiciones personales, por el poder de la corrupción?, en realidad ya no importa) es una catástrofe en México, donde casi 40 mil soldados realizan una guerra que han perdido. Tal vez debamos comenzar a preguntarnos cómo se habla con un narcotraficante antes de que imponga su lenguaje de intimidación.

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