lunes, 11 de enero de 2010

Consideraciones sobre la vanguardia. Notas de clase

Agradecemos el hermoso momento del ocaso de las vanguardias, no por su despedida sino porque existieron: en el cielo no hay fuegos artificiales, hay zonas dilatadas del fin del mundo y, sobre todo, esta emoción que ya es nuestra, aunque le duela hasta la sangre a nuestra querida burguesía (la burguesía es un estado de ánimo). Gracias a este crepúsculo hoy sabemos que somos, particularmente aquellos a quienes nunca nos dieron la oportunidad de representarnos. Ahora quién podrá negar los sueños y las pesadillas. Adiós a los manifiestos, a los movimientos, a las explosiones, a los fuegos artificiales. Somos. Al fin podemos ser sin necesidad del símbolo o la metáfora. Gracias. ¿Pueden sentirnos? Las avenidas, los paisajes, el mar, la industria, la música, el periódico. Todo. Somos.

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La especificidad literaria es un camino al vacío. Un vacío pasmoso, por cierto, limitado por la superficialidad de una risa fingida y los valores del mercado.

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Hemos perdido todos los discursos. ¡Es maravilloso! No hay mayor placer que el de ordenarlo todo, otra vez.

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La profesionalización del escritor planteó un problema significativo en la literatura, el paradigma entre ser un profesional de las letras o el amateur (amante) de las letras. Las letras son un espacio de mercado, con sus propias fluctuaciones, una empresa, un campo de producción.

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La vanguardia ya es un género literario.

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Tal vez sea mi desconfianza natural, pero de cualquier forma en Las Vegas hay algo que no termina de convencerme. Algo como demasiado simulado. Algo como demasiada fantasía, como demasiado oropel. Las Vegas es la concreción de la simulación. En Las Vegas la simulación se inventa todos los días. Esa es su pobre originalidad: ser el origen de los simulacros. Entonces, ¿cuánto de verdad hay en las mujeres de Las Vegas? La pregunta me dirige a otro lado, ¿cuál es la verdad en una estética así? Más allá de la retórica, podría preguntar con toda sinceridad si la verdad es domeñable, o si realmente responde a un problema con el lenguaje. Si no existe esta relación metafísica entre el lenguaje y la realidad, entonces podemos con toda honestidad, tranquilamente, con toda sinceridad: las mujeres de Las Vegas son la belleza plena.

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Viendo la exposición Andy Warhol y sus amigos, en el Hotel Bellagio, uno piensa en las fronteras del arte. El último riesgo del arte sería ocuparse al mismo tiempo de todo el peso de su tradición y luego olvidarlo. No creo que exista otra forma de justificar su existencia, sino es para validarse a sí mismo y después desacreditarse, para que la arrogancia tampoco le vuele los sesos.

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Pero el arte tampoco podrá sostenerse sólo por sí mismo, su imagen evanescente, donde se carezca de un sentido real. Mientras tanto, los audaces que han declarado la muerte del arte, parecen tener ganada la batalla. Pero el arte siempre se ha realizado con fe. Incluso con la fe depositada en la nada. Es un lugar común esencial para la vida, ¿de qué otro forma se explica que la máquina perfecta del cuerpo dependa del corazón? Y a ese lugar común apelaría el arte en este momento.

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Ante la imposibilidad de reconocer el pasado, aumenta la posibilidad de abstracción del presente. El desmontaje era necesario, la fragmentación, el big-bang, el atentado. ¿De qué otra forma era posible seguir adelante, si antes no lo destruimos todo?

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Por su parte, las vanguardias se han convertido en una gran metáfora del hoyo negro en la historia del arte. Todo cabe ahí y todo se desintegra. Pero también plantean que los periodos históricos son estilos, y que cada estilo aún no está clausurado a menos, claro, que pueda erigirse como vanguardia. En tal momento corre el riesgo tremendo de institucionalizarse, lo que es convertirse en antimateria, caldo de cultivo para las academias. Pero todavía nos queda la gran aportación de las vanguardias, al acercarnos al relativismo. Relativizar nuestras percepciones, con lo que potenciaron la percepción.

1 comentario:

Julia dijo...

Ah, Las Vegas! ¿Que diría el maestro Marc Augè?
"La ciudad de Las Vegas hoy en día es muy famosa en el mundo debido a sus réplicas de las ciudades de Europa como a sus juegos. Los americanos y los europeos van allí, como a Orlando o a Miami, para encontrar simulacros de lo que ya han visto en la realidad o a través de fotografías o películas. También es el caso de los norteamericanos que van a Francia, pasan un día en París y retornan a Disneylandia para encontrar su propio lugar o, para decirlo mejor, este lugar que no es un lugar, ni el suyo, ni el lugar de otros, sino el lugar de cualquiera, un no-lugar que recuerda a sus homólogos de América, reflejo de un reflejo, simulacro de un simulacro.
Así, se podría pensar, con cierto pesimismo, que el viaje es siempre inmóvil, incluso cuando los cuerpos se desplazan, en la medida en que no hace mover la mente ni la imaginación [...] Tengo miedo de que hoy las imágenes sustituyan a los mitos (mitos de origen o de futuro, mitos religiosos o políticos) y las obras se vuelvan productos de consumo y dependan de la industria, de manera que el imaginario individual y los sueños desaparezcan".
("El viaje inmóvil" en Diez estudios sore literatura de viajes, Madrid, CSIC, 2006, p.12-13)

A mi que me avisen cuando se acabe la posmodernidad ¿vale?

Pues eso... ¡Viva las Vegas!