martes, 1 de diciembre de 2009

Pasta de podadora

En estos días, nada se ha vuelto más complicado que cazar una podadora. Suelen ser terribles, y aunque no son escurridizas hay que andar con tientas porque se les rinde una devoción hiperbólica. No hay una buena institución, que se jacte de su clase, o un barrio de buena categoría, que no presuma en la hora más inoportuna, de alebrestar el ruido de cientos de podadoras, que sólo pueden ser tocadas por la mano prodigiosa del jardinero.

Pero si tiene suerte podrá, en las horas menos esperadas, encontrar una podadora desolada. No importa si es de aspas o de carrito, acéchela, captúrela. En mi caso, debo presumir la tremenda suerte que me acompaña para soportarlas en cautiverio, en los momentos más inadecuados. Un domingo, digamos, a las siete de la mañana, en todo su esplendor en el camellón de la colonia; o un día de clase, a punto de leer en voz alta un poema de Salvador Díaz Mirón, frente al aula. De cualquier forma, encontrarla abandonada es el primer paso de un excelente festín.

Si captura más de una, ¡felicidades! La cantidad no demerita en sabor, por el contrario: el placer se incrementa y no faltará quien le pida una porción de más. Primero hay que destrozar los tubos con la mayor alevosía que pueda. Para estos casos yo me he servido incluso de una camioneta, ya verá lo placentero que resulta pasar la media tonelada de fierros encima de las endebles cavidades de la podadora, ya verá cómo se retuerce el acero con acero y cómo poco a poco se cocina el platillo.

Una vez destrozada, cuide que no se tire la gasolina del motor. Ahí está el corazón de todo. No deje que ni una gota caiga, sería un desperdicio y es fundamental para el siguiente paso, la cocción. Ya se sabe que desgraciadamente hace falta muchísimo calor para fundir una podadora, pero con la ignición de la gasolina y un buen cerillazo, logrará un efecto inusitado: sienta cómo el aire se aroma con el olor de una podadora quemada, y ese poder volátil de las cosas perecederas.

Los pocos cables de la podadora son un buen motivo para amarrar las partes que la estética cuestione de poco agradables. Con los cables puede dar una forma inusitada, de tal manera que su platillo podría parecer una obra de arte abstracto. Póngala a sacar uno o dos días, en especial en temporada de muchísimo calor, que ahora abundan. Al tercer día disfrute de su obra. Si siente que aún el ruido de la podadora sigue vivo, repita todos los pasos anteriores.

Sírvase al gusto, de preferencia fría y a distancia.

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