viernes, 19 de febrero de 2010

Adiós, Barack Obama, adiós

Barack Obama cada vez se parece más a George W. Bush y menos a Barack Obama, mientras el año que comienza supone su última prueba a la prometida política de cambio. Es su año para optar por el beneficio de la duda. Su año duda. De hecho, para los más radicales, enero será el mes de la duda: ¿Barack Obama será capaz de cerrar al fin la base militar y cárcel norteamericana de Guantánamo, como lo había prometido? Francamente, todo indica que no. No a todo lo demás, porque sus señales anteriores van en sentido contrario a lo que anticipó en la lírica de los discursos de la campaña presidencial. Aunque lo siga haciendo, como el discurso de su “lucha” contra los bancos.

Obama comenzó su mandato con un gabinete de equilibrio político. Había nombres que contenían la experiencia del grupo conservador de los republicanos ubicados en el poder desde que Bill Clinton los sumó a sus direcciones de economía y seguridad nacional. Luego continuaron en el cargo (o tuvieron sus escaladas en las posiciones políticas) con George W. Bush. Pero también aparecieron los antiguos asesores de Obama en Chicago (apolíticos que simpatizaban con los demócratas), cuando comenzó sus labores altruistas y de desarrollo alternativo. En el fondo, todos queríamos que estos últimos apoyaran el mandato de Obama, y tomaran las riendas de la política norteamericana. Además, la presencia mayoritaria de demócratas en el Senado suponía la construcción de un terreno perfecto para cambiar las directrices políticas. Ya perdieron Massachusetts, y el optimismo cedió su sitio a la inestabilidad seductora del primer presidente afroamericano.

A la vuelta de su primer año, el grupo de políticos jóvenes de Chicago no sólo desapareció del escenario. Abandonó el proscenio por la puerta trasera, renegando de su antiguo líder, el mismo que lograba convencer a las masas de outsider’s para que impulsaran autogestiones de progreso. El Senado demócrata también ha demostrado la falta de liderazgo, y parece seguir la inercia que supone un presidente emanado de sus filas, con un apoyo casi siempre acrítico y, acaso, dubitativo.

Lo demás es moneda corriente. No hace mucho tiempo, Noam Chomsky pronosticó que con la política de Obama habrá un futuro terrorífico para Latinoamérica. Además, el abandono a las políticas de protección ambiental quedó demostrado en la posición irrestricta de no respetar el Tratado de Kyoto, que obliga a la disminución de contaminantes industriales. El papelón norteamericano fue mayor en Copenhague donde se vio cómo Obama negoció tras bambalinas con su similar chino, para “reventar” los posibles acuerdos trascendentales de la reunión más importante de la última década. Pero la opinión pública poco o nada dijo al respecto. Fue más comentada la reacción de Hugo Chávez y Evo Morales, mandatarios de Venezuela y Bolivia respectivamente, al dejar las jornadas un día antes de que finalizaran, aunque en la realidad son más insultantes los 20 mil millones de dólares que ofreció el gobierno norteamericano para ayudar a las naciones que resulten afectadas por las consecuencias que produce la contaminación de las industrias químicas. Para los norteamericanos fue curarse en salud y chantaje, como el caso de las reformas sanitarias en su país y la falsa “protección” bancaria, el deshonroso Fobaproa norteamericano.

Casi al mismo tiempo, una seudo marroquí, Aminatou Haidar completaba un mes en huelga de hambre en protesta pacífica por la negación de Marruecos de permitirle entrar a Aiún, su ciudad natal. Frente a los medios de comunicación, Haidar demostró cómo es posible alcanzar cambios políticos trascendentales a través de manifestaciones de humanismo, en tanto que Obama recibía el Premio Nóbel de la paz enviando más soldados a los 20 mil soldados norteamericanos en Afganistán, ensuciando las elecciones en Irán y observando cómo las reacciones antiyanquis explotaban en bombas en Irak. El tema de Honduras parece una burla de la política exterior de EUA. Es claro que el objeto más importante de la política norteamericana es sostener su dominio a costa de la sangre de quienes piensen y vivan diferente a su régimen occidental. La muestra última muestra es Haití, donde para el gobierno norteamericano fue imprescindible enviar tropas de protección a su territorio, a donde se lanzaron cientos de haitianos desesperanzados.

Algunos amigos me han comentado que debemos ser más optimistas frente a Obama. Aunque en términos generales poco importe, quisiera serlo. No me siento decepcionado. Siempre he creído que es un buen escritor de ensayos. Me gustaron sus dos libros. Confío en su talento con las letras, y también me sirve de argumento apelar al montón de discursos que escribió. Rebosan de lírica optimista. Todos sabemos que la página en blanco soporta muchas cosas. Pero para ser sincero, no creo en su política. Quisiera estar equivocado y pasar por el ingenuo que no sabe las dificultades de la política del imperio. Quisiera ser optimista, pero todo me indica que otra vez nos tomaron el pelo.

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