martes, 22 de marzo de 2011

Una reseña de Calíope baila con el poeta ebrio


El lenguaje desbordado en “Calíope baila con el poeta ebrio”, de Carlos Ramírez Vuelvas




Por Margarita Hernández


La poesía, por definición, sacude el lenguaje y la conciencia. Ya lo sentenciaba Arthur Rimbaud, uno de los escritores europeos más provocativos de su tiempo: “el poeta debe hacerse vidente a través de un razonado desarreglo de todos los sentidos”. Como resultado, su trabajo encarnaría una palabra renovada, llena de matices recobrados y resignificados, en los cuales se transparentaría una óptica distinta, capaz de evocar el aliento fundacional, tan asombrado como tempestuoso, que pervive en cada ser humano.


Estas premisas se encuentran presentes en Calíope baila con el poeta ebrio, un volumen de Carlos Ramírez Vuelvas publicado por el Instituto Mexiquense de Cultura e incluido en El Corazón y los Confines y la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario. Organizado en tres fragmentos temáticos –“El poeta ebrio”, “Otras tormentas de verano” y “Musa mata poeta” –, recurre a un lenguaje de gran intensidad, cimentado en la abundancia y la sensibilidad, para reflexionar alrededor del amor, el cuerpo femenino, la ensoñación, la propia poesía y algunas figuras relevantes de la literatura, la música y la cultura popular.


Así, con un aliento lejano a las convenciones, Ramírez Vuelvas propone auténticos diluvios verbales, en los cuales la expresividad se concreta mediante metáforas que reconcilian el lenguaje consagrado con el profano; la delicada intensidad del discurso amoroso con las súbitas revelaciones de un entorno que naufraga y se transforma. De este modo, mientras la mujer despliega un cuerpo sensual, abierto y receptivo, en el que conviven el artificio y la naturaleza, la tierra enfrenta terremotos, el mar se desnuda en la marea y la voz lírica, en el centro de sus conmociones, proclama que “nada nos pertenece si no es la Maravilla”.


De esta constante condición de sorpresa surge una continua identificación con la ebriedad, que asume distintos significados: como estado de exploración sensorial o como catalizador de la creación poética, se traduce en una “euforia encendida de percibirlo todo”. Ésta, a su vez, se prolonga en otros personajes que comparten, en distintas manifestaciones, el impulso bárdico y genésico del poeta. De esta manera, Rubén Darío, William Butler Yeats, Thelonious Monk, John Lennon, Syd Barret y Jossie Bliss, entre otros, se unen en un canto por el mismo anhelo de experimentación y de vida.

En última instancia, Calíope baila con el poeta ebrio abreva en una naciente tradición de literatura que, por una parte, confirma sus basamentos clásicos; por otro lado, sondea en la posibilidades del lenguaje desde una perspectiva abierta y sugerente, tendiente a jugar con los sentidos directos, los juegos de palabras y su disposición en la página en blanco. Sin duda, estas características lo convierten en una lectura digna de varias revisiones, para aprehender completamente su aura de apasionada vitalidad.

Carlos Ramírez Vuelvas, Calíope baila con el poeta ebrio, Instituto Mexiquense de Cultura (El Corazón y los Confines / Biblioteca Mexiquense del Bicentenario), Toluca, 2009, 62 pp.

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