martes, 28 de septiembre de 2010

Postales para un cumpleaños


Para Julio César Zamora Velasco

En la escena aparece tu familia, y uno o dos amigos que decidieron acompañarte. Es un río, no muy caudaloso, más bien bajo. A un costado, un grupo de niños construye la presa más poderosa que se ha visto en los últimos años, por otro lado, cerca de ahí, alguien más traza una carretera para el paso de las hormigas. Tu padre y sus hermanos juegan baraja, bajo la fronda de un sauce llorón que ahora no llora. Más allá, dirigidos por una mujer, tal vez tu madre, tal vez tu tía, otros familiares preparan la comida: carne asada y sus guarniciones infinitas. Tú miras el lento fluir del río y piensas en Heráclito: “No comprenden cómo esto, dada su variedad, puede concordar consigo mismo: hay una armonía tensa hacia atrás, como en el arco y en la lira”… Pongamos que se llama Arturo el mesero que te insiste, esta vez ella no vendrá, pide ya el brandy aquel que sueles tomarte para salir, ya no es hora de escuchar otra vez a Creedence y algo les sucedió a tus amigos: no están ahí, no juegan futbolito, no bromean, algo sucedió. Don Chuy piensa en dormir, y la señora de la cocina ya hace rato que sólo duerme. Encima de todo es una noche roja, es decir, se espera lluvia, y tu auto azul (¿es de verdad el perro es el mejor amigo del hombre?) fue estacionado varias cuadras, lejos de ahí. Luego despiertas con un zumbido en la cabeza y unas ganas irremediables de carnitas para olvidar un mal sueño… Una brisa fresca, a veces acaricia, a veces lastima, la piel ligeramente quemada por el sol. Allá, bajo la ramada, hay una cerveza y un plato de cebiche. Hay dos o tres personas más, dos de ellas, seguro, son mujeres. Cerca de nosotros, no es Javier Solís pero como si lo fuera canta “La cruz de olvido”. Es como si el marisma borrara el nombre que escribiste y que querías olvidar y, sin embargo, conspira con la música. La marea y la espuma borran el nombre, pero no quieres verlo, ni escrito, ni borrado. Piensas que alguien te dice al oído: “Culpable no he de ser, de que por mí puedas llorar”… Nunca hicimos falta muchas personas, “tú”, “ella”, “yo”, y ningún otro pronombre a conjugar. En serio: mira otra vez la Casa de Tres Patios, y piensa en el patio interior, el más íntimo, y recuerda nuestra preocupación por cosas nimias, porque tal vez, ahora sí, el estéreo no se encenderá, ¿cómo demonios escucharemos a Serrat o a Sabina cantando para nadie? Nuca hicimos falta más personas, quizás el “él” y otra vez el “ella” para hacer de la soledad días de fiesta. Vaya, pues, este abrazo trasatlántico. Nunca hicimos falta más personas. Perdonarás que ahora tengas que conjugar el “tú”, sin el “nosotros”.

No hay comentarios: