sábado, 27 de febrero de 2010

Silvio Rodríguez camina por mi infancia


Para Josué Solís

Desde la adolescencia, mi relación con Silvio Rodríguez se volvió conflictiva. En realidad, por ahora, no tendré la suficiente entereza para decir por qué me gusta y por qué no me gusta. Mi Silvio Rodríguez supera al propio Silvio Rodríguez, que tiene metáforas demasiado frágiles y ritmos excesivamente cursis, ¿recuerdan el sintonizador forzado, los timbales fuera de lugar, la pobre orquestación simulada a lo beatles? Su cursilería supera a la cursilería, y cuando me percaté de ello comencé a escucharlo con desconfianza, a odiarlo con sutileza. Por desgracia (o por fortuna) ya tenía suficiente Silvio Rodríguez: su entusiasmo contenido, su melancolía discreta, su suave manera de mirar el mundo, sobre todo en mi infancia fue casi mi infancia.

Lo mismo podría decir de Herman Hesse, aquel premio nobel ahora olvidado salvo si se quiere denostar al existencialismo alemán. Pero supongo que nadie elige la patria potestad de la infancia. Hace un momento pensaba que el mejor regalo (¿el único?) que le puede hacer un padre a su hijo es darle una infancia feliz. Tal vez es el único regalo verdadero que podemos hacernos, ya sin importar lo que venga por delante. Supongo que a eso me remite Silvio, y Herman Hesse. Cuando lo pienso así, y también recuerdo mis partidos de futbol (aún interminables), mis rodillas raspadas, una bicicleta enana y unos tenis de carrito o panam, en su defecto, pienso que Silvio Rodríguez, mi Silvio Rodríguez que escuchaba los días de lluvia o cuando nadie se podía dormir en casa, era mayor al que ya escucho en la radio.

En casa paterna todos tarareaban a Silvio, bajo el disgusto débil del abuelo. Nadie sabía tocar ningún instrumento (o tal vez sí, la flauta dulce, la mandolina o la guitarra) pero todos se sabían alguno de los trastes de las canciones más sencillas de Silvio, aquellas que también fueron felizmente las más contagiosas. Alguien podría recordar los tazones de canela y los picones, o al vendedor de pitahayas que dejaba su cesto a la puerta de Constitución 433, o la sandía asestada por el filo magistral del cuchillo de la abuela, dejando un sonido bofo en la madera de corte. De fondo una canción de trova, tan rica en el desuso de entonces y tan pobremente popular ahora.

Por lo demás, eso traía consigo otras conductas. Un póster del Che Guevara, por ejemplo, y una biblioteca robusta sobre socialismo en Latinoamérica, desde memorias de guerrilleros y disquisiciones sobre Hegel, hasta la colección completa del Capital de Marx, editado por Bruguera. Sobremesas para hablar de lo jodido que es ser mexicano y lo odioso que puede ser Estados Unidos de Norteamérica, aunque nadie tenía la certeza de lo que hablábamos, lo que provocaba la risa socarrona, en un echadero tejido, del abuelo.

Crecer es una mala costumbre, y Silvio Rodríguez creció muy pronto. Ahora lo escucho con la misma distancia que miro los retratos de amigos que ya no conozco pero que, al recordarlos, los veo caminar conmigo los pasos de la infancia. Sería demasiado egoísta pensar que sólo por eso defiendo con entereza a mis amigos, pero a veces me permito pecados capitales y mi pobreza humana se acongoja y se mira al espejo como todos los días. Hoy llueve una tela fina en la ventana. Hace frío. No voy a hablar de los rumores contradictorios que atraviesan la figura social y política del cantautor. El Silvio Rodríguez que camina por mi infancia es mayor, y eso me basta.

viernes, 19 de febrero de 2010

Adiós, Barack Obama, adiós

Barack Obama cada vez se parece más a George W. Bush y menos a Barack Obama, mientras el año que comienza supone su última prueba a la prometida política de cambio. Es su año para optar por el beneficio de la duda. Su año duda. De hecho, para los más radicales, enero será el mes de la duda: ¿Barack Obama será capaz de cerrar al fin la base militar y cárcel norteamericana de Guantánamo, como lo había prometido? Francamente, todo indica que no. No a todo lo demás, porque sus señales anteriores van en sentido contrario a lo que anticipó en la lírica de los discursos de la campaña presidencial. Aunque lo siga haciendo, como el discurso de su “lucha” contra los bancos.

Obama comenzó su mandato con un gabinete de equilibrio político. Había nombres que contenían la experiencia del grupo conservador de los republicanos ubicados en el poder desde que Bill Clinton los sumó a sus direcciones de economía y seguridad nacional. Luego continuaron en el cargo (o tuvieron sus escaladas en las posiciones políticas) con George W. Bush. Pero también aparecieron los antiguos asesores de Obama en Chicago (apolíticos que simpatizaban con los demócratas), cuando comenzó sus labores altruistas y de desarrollo alternativo. En el fondo, todos queríamos que estos últimos apoyaran el mandato de Obama, y tomaran las riendas de la política norteamericana. Además, la presencia mayoritaria de demócratas en el Senado suponía la construcción de un terreno perfecto para cambiar las directrices políticas. Ya perdieron Massachusetts, y el optimismo cedió su sitio a la inestabilidad seductora del primer presidente afroamericano.

A la vuelta de su primer año, el grupo de políticos jóvenes de Chicago no sólo desapareció del escenario. Abandonó el proscenio por la puerta trasera, renegando de su antiguo líder, el mismo que lograba convencer a las masas de outsider’s para que impulsaran autogestiones de progreso. El Senado demócrata también ha demostrado la falta de liderazgo, y parece seguir la inercia que supone un presidente emanado de sus filas, con un apoyo casi siempre acrítico y, acaso, dubitativo.

Lo demás es moneda corriente. No hace mucho tiempo, Noam Chomsky pronosticó que con la política de Obama habrá un futuro terrorífico para Latinoamérica. Además, el abandono a las políticas de protección ambiental quedó demostrado en la posición irrestricta de no respetar el Tratado de Kyoto, que obliga a la disminución de contaminantes industriales. El papelón norteamericano fue mayor en Copenhague donde se vio cómo Obama negoció tras bambalinas con su similar chino, para “reventar” los posibles acuerdos trascendentales de la reunión más importante de la última década. Pero la opinión pública poco o nada dijo al respecto. Fue más comentada la reacción de Hugo Chávez y Evo Morales, mandatarios de Venezuela y Bolivia respectivamente, al dejar las jornadas un día antes de que finalizaran, aunque en la realidad son más insultantes los 20 mil millones de dólares que ofreció el gobierno norteamericano para ayudar a las naciones que resulten afectadas por las consecuencias que produce la contaminación de las industrias químicas. Para los norteamericanos fue curarse en salud y chantaje, como el caso de las reformas sanitarias en su país y la falsa “protección” bancaria, el deshonroso Fobaproa norteamericano.

Casi al mismo tiempo, una seudo marroquí, Aminatou Haidar completaba un mes en huelga de hambre en protesta pacífica por la negación de Marruecos de permitirle entrar a Aiún, su ciudad natal. Frente a los medios de comunicación, Haidar demostró cómo es posible alcanzar cambios políticos trascendentales a través de manifestaciones de humanismo, en tanto que Obama recibía el Premio Nóbel de la paz enviando más soldados a los 20 mil soldados norteamericanos en Afganistán, ensuciando las elecciones en Irán y observando cómo las reacciones antiyanquis explotaban en bombas en Irak. El tema de Honduras parece una burla de la política exterior de EUA. Es claro que el objeto más importante de la política norteamericana es sostener su dominio a costa de la sangre de quienes piensen y vivan diferente a su régimen occidental. La muestra última muestra es Haití, donde para el gobierno norteamericano fue imprescindible enviar tropas de protección a su territorio, a donde se lanzaron cientos de haitianos desesperanzados.

Algunos amigos me han comentado que debemos ser más optimistas frente a Obama. Aunque en términos generales poco importe, quisiera serlo. No me siento decepcionado. Siempre he creído que es un buen escritor de ensayos. Me gustaron sus dos libros. Confío en su talento con las letras, y también me sirve de argumento apelar al montón de discursos que escribió. Rebosan de lírica optimista. Todos sabemos que la página en blanco soporta muchas cosas. Pero para ser sincero, no creo en su política. Quisiera estar equivocado y pasar por el ingenuo que no sabe las dificultades de la política del imperio. Quisiera ser optimista, pero todo me indica que otra vez nos tomaron el pelo.

martes, 9 de febrero de 2010

Casa Malagua, el ánimo de Los Escapistas

Tal vez el ánimo de Los Escapistas comenzó hace una década. Los Escapistas es la asociación cultural más activa del Estado. Tiene su sede en Manzanillo. El tiempo es caprichoso y la memoria, y las ideas, también. Como grupo cultural, la pasión por sus proyectos los llevó al diseño, gestión y desarrollo de dos grandes momentos de la cultura contemporánea del Puerto, que influyen de manera directa en la cultura colimense: el Festival de Poesía de Manzanillo y el Instituto de Cultura de Manzanillo, cuyo edificio está en construcción. La intención es que sea un espacio autónomo, que tenga una dependencia directa de la participación ciudadana, como se estipuló en la Ley de Cultura de Manzanillo. Mientras tanto, Los Escapistas ya trabajan en la continuidad de otro de sus planes: Casa Malagua, aquella que estaba en el centro de Manzanillo, donde comenzó esta historia.

La política cultural tendría la tarea de influir en la sensibilidad de la comunidad. Se diría que es un planteamiento desde la utopía, pero también desde lo simbólico. Nadie negará que dotar de símbolos a una comunidad es fundamental para construir una cultura. Los símbolos nos representan en la medida que son, en efecto, nuestro ánimo sensible: el miedo, el deseo, el coraje, el amor, la furia, la nobleza, todo ello, por ahora, con el gentilicio de “lo colimense”. El miedo colimense. El coraje colimense. La furia colimense… Aquellas palabras que suelen ensuciar los escritorios forrados de piel. Siempre es urgente animar la política cultural: construye ciudadanos, lo que en términos de marketing electorero es poco conveniente porque equivale a decir “votantes críticos”. Pero en términos de símbolos, debemos decir que Casa Malagua, donde adquirió forma el ánimo de Los Escapistas, ya es un símbolo del Puerto, y está por abrir nuevamente sus puertas, en una segunda temporada.

Pero el ánimo de Los Escapistas tal vez comenzó antes. El impulso inicial pudo ser más sencillo. Una pluma, un lápiz, una libreta, un libro. Los verbos básicos de la política cultural, pero también de toda iniciativa intelectual: leer y escribir. En ese orden, aconsejaba Sabines que sumaba otra actividad esencial para Los Escapistas: vivir la vida. Así, con pleonasmo y metáfora, sin temor, incluso, a caminar por los terrenos entrañables de lo cursi. Sin embargo, está visto que el ánimo de Los Escapistas tampoco comenzó o termina ahí. Creo que el ánimo de Los Escapistas comenzó en la amistad, labrada a fuego de lengua en cansancio y ritmo de tempestad en la marea, sobre las baldosas del amor ciego que es el único amor que también Hollywood respeta. Creo que el ánimo de Los Escapistas comenzó en la amistad.

Pero tal vez tampoco comenzó ahí. Sergio Arnoldo Contreras coordinaba una sala de lectura. Avelino Gómez Guzmán escribía (escribe, escribe, escribe) poemas, artículos, océanos, flores, pájaros. Martha Gutiérrez, anfitriona siempre, discute, habla, cuenta, canta. Y se suman más amigos: Elsa, Gary, Jetza, Seth, Rogelio, Julián, Félix… que hacen todo lo anterior pero hacen más. De cualquier forma, los cauces (proyectos, escritura, conversación, lectura, amistad) parecen desembocar en las aguas de la actividad cultural del puerto. Si no es todo, sería suficiente.

Con todo, tal vez el ánimo de Los Escapistas apenas adquiere forma. Tal vez el ánimo de Los Escapistas todavía ni comienza ni termina. Están por abrir las puertas de Casa Malagua II, una segunda temporada. Como antes, estará en las calles del centro de Manzanillo, muy cerca de algunos de los símbolos más célebres del puerto. ¿Por qué no se anima, usted, lector, lectora, a fundar el ánimo de Los Escapistas? Vaya para que vea cómo es su miedo, su deseo, su coraje, su amor, su furia, su nobleza. Acérquese, verá cómo se construye la cultura de su estado y me obligará a decir que con usted, el ánimo de Los Escapistas comienza…