domingo, 31 de enero de 2010

Agradecimiento a Pablo Neruda


Yo te agradezco, Pablo Neruda,
terracota, caracola, ola inamovible
del marino terrestre, que amaras
con toda tu ebriedad de sabio enamorado
el poder perdurable
y desgastado de las cosas.

Supe de ti cuando la belleza
comenzaba a ser efímera
y eterna. Supe de ti en el hallazgo
que también me hace amar
todas las cosas: el hilo y el suspiro grave
de la manta que conserva al otoño.
Supe de ti en la taza y su oreja profunda
de la conversación del café. Supe de ti
en los fruteros, reinos de colores,
geografía celebrante del cosmos
que conforma a la sed y al hambre.

¿Habrás sentido el mismo vértigo que yo
frente a la ventana y su marco celeste,
sin saber si el mundo es un espejo o tu rostro
asombrado era el mundo? ¿Habrás sentido
como yo el redoble
sonoro de la copa, ansiosa
del vino que equilibra con su golpe
de sangre una canción aguda, zumbando
establecida como avispa en la cabeza? ¿Habrás
cedido un poco el llanto ante la magia
del vaso que recoge todas las esencias
de la tierra y las concentra,
depositario del misterio
que hace líquida el hambre
y ahoga la sed
con el cristal ardiente
de su presencia?

Yo agradezco a tus ojos que supieron
posar a la ternura, tratando
de posar su cuerpo en la silueta
de un cuerpo amado.
Y cómo tus sentidos
se volvieron
raíces perdurables sobre el mundo,
bajo el molde inmenso
del poema.

lunes, 25 de enero de 2010

La nueva geografía norteamericana, ¿una neomesoamérica narco?



Si los especialistas no se equivocan, dentro de tres décadas los blancos serán una minoría más en Estados Unidos de Norteamérica. Más allá de la paradoja moral que supondrá para los puristas de la raza, el problema se convierte en una controversia geográfica que podía configurar el nacimiento de una nueva nación multicultural en el, hasta ahora, país más poderoso del mundo. Pero es la presencia del narcotráfico, que asola a la Unión Americana desde Colombia hasta la frontera con México, la que se convertiría en el motor de cambio de estas latitudes, un terreno que comienza a ser dominado, a ritmo de parsimonia constante, por latinoamericanos.

Por más esfuerzos que suponga realizar Estados Unidos en materia de narcotráfico, es claro que no ha sabido resolver la situación porque cada día crece la violencia en la franja que va del Norte de México hasta Columbia, por el Este, y hasta San Francisco, por el Oeste. Tanto el Plan Colombia, que moderó el crecimiento de la economía del narco en Suramérica, como el Plan Mérida, a instalarse este año en México, son esfuerzos relativos en un negocio que, tan sólo en territorio mexicano y según cifras oficiales, mantiene en la escalada económica a más de medio millón de personas. Especialistas del Colegio de la Frontera Norte de México aseguran que están involucrados hasta dos millones de connacionales en el negocio, principalmente en el Norte del país, pero también desde los estados de Michoacán, en la costa Pacífico, y Veracruz, en el Golfo de México, hasta los terrenos de la frontera.

La ilegalidad de las drogas prácticamente ha dejado de ser el tema medular. En el Sur de California (entre otros estados de la Unión Americana) se ha permitido el consumo moderado de marihuana, y algunos predicen la permisión de algunas drogas químicas. El principal problema del narcotráfico es la violencia que se genera alrededor de su producción. Pero esta manifestación violenta de la sociedad sobre una base económica tan influyente como la generada por las mafias de narcotraficantes, aventura la aparición de una cultura diferente a la anglosajona dominante. El narcotráfico podría tener el mismo significado de una revolución lenta pero definitiva en la construcción de un modelo social.

En México, esta nueva zona ya tiene configuración propia en el Norte del país, la región económicamente más activa de la nación, que sólo encuentra competencia en el pasillo Centro Occidente que se desplaza desde las costas de Jalisco, Colima y Michoacán hasta perderse entre Baja California, Monterrey y Chihuahua. En esa región también se gestó la llamada narcocultura, que seduce con facilidad a los jóvenes quienes anhelan el poder de los jefes de las mafias o la violencia sanguinaria de sus sicarios. Alrededor de este proyecto de vida se han diseñado ropas, escrito canciones, erguido santos, construido parroquias, cocinado platillos, ensamblado automóviles y urbanizado colonias completas, entre otras actividades propias de una cultura fomentada por el narcotráfico.

Del otro lado de la frontera, en el cuadrante de California hasta Atlanta, y de Texas a Arizona, la situación cultural puede ser similar. Existen 20 millones de hispanoamericanos (de nueva cuenta, cifra oficial que en los números de analistas supone una cantidad conservadora) de los cuales casi el 40 por ciento son mexicanos. De hecho, la prensa de los dos países reporta con regularidad cómo es que los capos mexicanos encuentran asilo en alguno de los estados norteamericanos, cuando las redadas policiales están pisándoles los talones. Esto arguye que en un sector norteamericano hay una aceptación implícita de la cultura del narco, así sea de manera indirecta a través de la corrupción.

Esta nueva nación neolatinoamericana, asentada en el Sur de Estados Unidos de Nortamérica, comienza donde antes terminó Mesoamérica, la más rica franja cultural de la América prehispánica. En el siglo XXI, con el motor económico del narcotráfico, una industria permitida y solventada (¿por intereses corporativos, por ambiciones personales, por el poder de la corrupción?, en realidad ya no importa) es una catástrofe en México, donde casi 40 mil soldados realizan una guerra que han perdido. Tal vez debamos comenzar a preguntarnos cómo se habla con un narcotraficante antes de que imponga su lenguaje de intimidación.

miércoles, 20 de enero de 2010

Los amigos de Círculo de poesía pulicaron mis Versiones del Apocalipsis, lléguenle: http://circulodepoesia.com/nueva/2010/01/versiones-del-apocalipsis/

sábado, 16 de enero de 2010

Salutación a la silla




¿Cuándo apareció la silla, su condición
de estatua terrestre, su sombra humana
y placentera para el regocijo del domingo
detrás de las ventanas,
y su saludo marino a las costas
que habrán visto el cansancio
de los náufragos de la semana?

En su leve figura se asemeja
a la bondad que entre sus brazos
concentra la firmeza perdurable
del roble o de la piedra
con la que fue forjada. Habla
como vocal despierta
de todos los pasados prisionera.

Salve a la silla de mi cansancio
y a la silla accidental que me desprecia
por ser yo la suma y su sentencia.

lunes, 11 de enero de 2010

Consideraciones sobre la vanguardia. Notas de clase

Agradecemos el hermoso momento del ocaso de las vanguardias, no por su despedida sino porque existieron: en el cielo no hay fuegos artificiales, hay zonas dilatadas del fin del mundo y, sobre todo, esta emoción que ya es nuestra, aunque le duela hasta la sangre a nuestra querida burguesía (la burguesía es un estado de ánimo). Gracias a este crepúsculo hoy sabemos que somos, particularmente aquellos a quienes nunca nos dieron la oportunidad de representarnos. Ahora quién podrá negar los sueños y las pesadillas. Adiós a los manifiestos, a los movimientos, a las explosiones, a los fuegos artificiales. Somos. Al fin podemos ser sin necesidad del símbolo o la metáfora. Gracias. ¿Pueden sentirnos? Las avenidas, los paisajes, el mar, la industria, la música, el periódico. Todo. Somos.

*

La especificidad literaria es un camino al vacío. Un vacío pasmoso, por cierto, limitado por la superficialidad de una risa fingida y los valores del mercado.

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Hemos perdido todos los discursos. ¡Es maravilloso! No hay mayor placer que el de ordenarlo todo, otra vez.

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La profesionalización del escritor planteó un problema significativo en la literatura, el paradigma entre ser un profesional de las letras o el amateur (amante) de las letras. Las letras son un espacio de mercado, con sus propias fluctuaciones, una empresa, un campo de producción.

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La vanguardia ya es un género literario.

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Tal vez sea mi desconfianza natural, pero de cualquier forma en Las Vegas hay algo que no termina de convencerme. Algo como demasiado simulado. Algo como demasiada fantasía, como demasiado oropel. Las Vegas es la concreción de la simulación. En Las Vegas la simulación se inventa todos los días. Esa es su pobre originalidad: ser el origen de los simulacros. Entonces, ¿cuánto de verdad hay en las mujeres de Las Vegas? La pregunta me dirige a otro lado, ¿cuál es la verdad en una estética así? Más allá de la retórica, podría preguntar con toda sinceridad si la verdad es domeñable, o si realmente responde a un problema con el lenguaje. Si no existe esta relación metafísica entre el lenguaje y la realidad, entonces podemos con toda honestidad, tranquilamente, con toda sinceridad: las mujeres de Las Vegas son la belleza plena.

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Viendo la exposición Andy Warhol y sus amigos, en el Hotel Bellagio, uno piensa en las fronteras del arte. El último riesgo del arte sería ocuparse al mismo tiempo de todo el peso de su tradición y luego olvidarlo. No creo que exista otra forma de justificar su existencia, sino es para validarse a sí mismo y después desacreditarse, para que la arrogancia tampoco le vuele los sesos.

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Pero el arte tampoco podrá sostenerse sólo por sí mismo, su imagen evanescente, donde se carezca de un sentido real. Mientras tanto, los audaces que han declarado la muerte del arte, parecen tener ganada la batalla. Pero el arte siempre se ha realizado con fe. Incluso con la fe depositada en la nada. Es un lugar común esencial para la vida, ¿de qué otro forma se explica que la máquina perfecta del cuerpo dependa del corazón? Y a ese lugar común apelaría el arte en este momento.

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Ante la imposibilidad de reconocer el pasado, aumenta la posibilidad de abstracción del presente. El desmontaje era necesario, la fragmentación, el big-bang, el atentado. ¿De qué otra forma era posible seguir adelante, si antes no lo destruimos todo?

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Por su parte, las vanguardias se han convertido en una gran metáfora del hoyo negro en la historia del arte. Todo cabe ahí y todo se desintegra. Pero también plantean que los periodos históricos son estilos, y que cada estilo aún no está clausurado a menos, claro, que pueda erigirse como vanguardia. En tal momento corre el riesgo tremendo de institucionalizarse, lo que es convertirse en antimateria, caldo de cultivo para las academias. Pero todavía nos queda la gran aportación de las vanguardias, al acercarnos al relativismo. Relativizar nuestras percepciones, con lo que potenciaron la percepción.

miércoles, 6 de enero de 2010

Monólogo de Woody Allen


Los hombres anteriores de las mujeres
que amo o de las que amé, y sus futuros
hombres, me he percatado
que ni siquiera en el fondo,
si no ya desde el exterior,
son mejores hombres que yo.

No me explico qué vieron ellas en mí,
por qué conservan su interés
en mi conversación tan pobre. Todos
esos hombres son más atléticos que yo,
son más inteligentes, y sus
palabras son diáfanas piedras
de río donde los peces del saber
desovan sus blandos huvecillos.

Todos esos hombres pueden, incluso,
negar mis palabras con el alto poder
que el desdén otorga. Todos ellos
--mis pupilas no mienten--,
espléndidos efebos dispuestos
al mármol y al faldón de una cama.
Por qué las mujeres que amo, aquellas
que he amado, prefieren ver
la tarde a mi lado, mientras la vida
pasa en medio del cálido
placer que abreva en nuestros miembros.

Qué pensarán las mujeres que deciden
dar el sí, fijar sus ojos amorosos
en los míos, si yo apenas puedo hablar
de aquellos como si fueran colosos,
gigantes que han vencido
de un solo golpe a todos
sus blandengues enemigos.

sábado, 2 de enero de 2010

Año nuevo en Dublín


Para la trinidad de Carlos, Jhonjairo y Juan Carlos,
por su sonrisa fraternal



Son las cuatro treinta de la tarde y cae la noche sobre Dublín. El río Liffey es apenas una lengua de agua oscura, una vena azul dividiendo el cuerpo vigoroso de la ciudad, y sobre sus bordes los primeros heroinómanos y los últimos deportistas caminan hacia ningún lado para despedir al día. Estas aguas nacen en Wicklow, tierra de fundación (las piedras rojas más antiguas de la tierra están ahí), y más allá de Dublín las aguas del río se irán hasta internarse en el Mar de Irlanda; más allá su nombre terminará por perderse en las aguas gélidas del Mar del Norte.

Las chimeneas encienden su hálito de humo sobre los cuatro niveles de los edificios, cortados con filete plano o en dos aguas, de toda la ciudad. A las siete de la tarde, cuando el frío deja marcas rojas en las mejillas, sobre Capel Street ya se animan los restaurantes asiáticos, venidos de las regiones más variadas: un pato chino tal vez, aderezado con salsa de cacahuate y cebollín; un cocido koreano sobre un asador de granito donde rebozan gambas y cortes de ternera; un kushiakatsu japonés con pimientos, pollo y arroz. Pero en Capel Street, además del corazón bondadoso de nuestros amigos, bullen las sexshops y las tiendas raftari donde venden ilusiones para soñar un horizonte lejano más amplio.

Una hora después la oscuridad es absoluta en Temple Bar o en Porterhouse Pub. Ahí reunidos, con la voz cavernosa y la guitarra armónica de Cristy Moore de fondo, los parroquianos intercambian palabras con una Guinness, un Jameson o una Temple Bräu, orgullo de Irlanda. Llegan cargados de las últimas compras en Brown and Thomas, con bolsas que todavía muestran las marcas de Penneys, que habrán mercado en el bullicio comercial de Grafton o Henry Street.

En tanto se hacen las nueve, sólo por no dejar, tendríamos que detenernos en uno de los tres niveles de Bewleys, al centro de Grafton, para probar un café corriente o el delicioso café irlandés, con un cuarto de whiskey, por dos partes de café y una punta más de crema batida. La pizca de azúcar necesaria para endulzar la vida. Pero para los enfermos nada mejor que un té de whiskey caliente, en el que se hunde una rodaja de limón perlada por aromáticos clavos de cocina.

Son las nueve y cuarto de la noche. La oscuridad debajo de Dublín es menos que la oscuridad de arriba de Dublín. En la vieja laguna, que ahora es Dubhn Lihn Gardens, las gaviotas buscan su antiguo aposento de ciénega y musgo, en los basamentos del Castillo. Al otro costado, los vestigios de la suave y firme caligrafía del antiguo irlandés (aún tendrán suficientes muestras del gaélico del Norte?) son resguardados bajo la fachada victoriana del Trinity College. De un lado a otro, los jóvenes irlandeses caminan sin prisa sobre Dame Street hasta el puente cuadrado de O’Connell Bridge.

En su blanca luz artificial, la Casa de Gobierno de Merrion Street hace compañía a los jardines de Merrion Square, donde un travieso y colorido Oscar Wilde guiñe un ojo a los visitantes más inquietos. Las diez de la noche de la Catedral de Cristo alistan su sonido de mil años, saludando de lejos a la Catedral de San Patricio, fabulosa en su arquitectura medieval y gótica, con visos fúnebres en los vitrales azules y rojos. El tiempo cerca a Dublín, y en esta calle, en esta hermosa calle de Merrion, conviven los estilos georgianos y victorianos como si fuera ayer la historia que hoy nos prepara el camino.

Hace buen tiempo para ser el invierno en Dublín, y la luna llena es un augurio positivo para la noche, ya entrada en su totalidad cerca de las doce. Para festejar la noche vieja, alguien habrá preparado moussel soup con mejillones frescos en una crema de pescado aderezada con verduras y hierbas; alguien más se aventuró con el clásico salmón ahumado o el irish swet de una cacerola con cordero, cebollas y perejil, cubierto con papas.

Los irlandeses, como los mexicanos, ahuyentan las malas vibras con comida casera y bebidas.

Pero sobre todas las cosas, esta trinidad que nos ha dado la bienvenida. San Patricio, domador de serpientes, líbranos de la lengua enferma y permite la astucia debajo de nuestro cuerpo de palomas. Santa Brígida, madre de la paciencia, cobíjanos con tu manto de sabiduría para comprender los cambios y las metamorfosis. Verdugo de los monstruos, San Columba, ayuda a controlar los fantasmas que descansan en mi interior, y a los otros que vendrán a convocarme. Santos patronos de Irlanda, dennos ustedes buena señal para empezar el año nuevo.