jueves, 29 de octubre de 2009

Manual para escapistas

Ya está impreso el Manual para escapistas, la antología del Taller Literario del Instituto de Cultura de Manzanillo. Ahí el lector encontrará textos de todos los sabores y colores. Prácticamente es el mismo grupo que ha realizado el Festival de Poesía de Manzanillo, sumado a varios amigos más que se han multiplicado con el tiempo. Cuando inició el Primero Festival publiqué un artículo sobre mis amigos Los Escapistas, el mismo que ahora reproduzco para celebrar la aparición de su libro.




LOS ESCAPISTAS HA/CEN

Al hipotético lector que me leyera, quiero decirle que tengo unos amigos viviendo en un puerto, en el Occidente del país. Habitan una casa con vista al mar, cruzada por el tren, adornada por palmeras y un calor saludable hirviendo todo el año. En la apacible marcha de los días, ellos juegan con palabras impresas en los autos, con versos que regalan en el techo de un mercado. Incluso, vestidos de militares, bondadosos pescadores los escuchan declamar la oración del tiempo, la comunión del fuego, la poesía, sobre un buque atracado en el corazón de la ciudad. Aquí late el mar y desde ahí se instala el fervoroso abrazo de los versos.

Al hipotético lector, que ahora juzga lo que escribo, quiero insistir en presentarle a mis amigos. Ellos practican (y ya empezaron a hacerlo público) el placer de degustar ricas viandas, doradas cervezas, transparentes vasos de ligero whiskie, mientras escuchan a poetas entonar las cuerdas del dolor y del silencio, del amor perdido y del gozoso, de los cofres de tesoros y de pañuelos.

Qué forma generosa de contemplar el paso de la vida. Por ahora llamaremos, hipotético lector, a mis amigos, Los Escapistas. No tiene caso detenerse a dilucidar sobre el sentido de los nombres, pero diremos que no basta corazón para nombrarlos. Es, en serio. Adentro de su casa, que es todo un puerto, han instalado una habitación, Casa Malagua, donde empezó todo. Por caracoles libros, por carteles pescados, por cuadernos un salero. Pero no exageremos, ellos siguen leyendo las líneas de las manos que hay dentro del pecho, mientras una carcajada los dirige por el túnel vencido del tiempo.

Ellos, primero ellos, quisieron compartir su gusto por la poesía, y organizaron un Festival. Llegaron hombres y mujeres de la nieve, del desierto, llegaron poetas arropados con libros tersos, volaron los que padecen de nostalgia y del brillo estridente de una juventud a pelo, y Los Escapistas abrieron las venas de su casa, que es todo el puerto, y los llevaron a mercados, a bares, a buques y a conciertos. Es una historia alegre que ahora cuento, hipotético lector, para que sepas, que ellos, mis amigos, convirtieron su casa en una semana escrita a versos.

lunes, 26 de octubre de 2009

Again!

Ahí nos vemos.



Chequen con cuidado la invitación. Quien encuentre el errorcito se lleva un premio sorpresa que deberá recoger en La Puerta.

jueves, 22 de octubre de 2009

El bosque de la noche



Releo El bosque de la noche de Djuna Barnes, y de inmediato se dibuja en mi mente la figura del poeta Rodolfo Meza de la Cruz. Su larga cabellera, sus manos manchadas por la nicotina, su piel cobriza huyendo del sol, tres pastillas de paracetamol bajadas a sorbos de coca cola. Él buscaba la inocencia (es autor de un libro, una miscelánea de géneros llamada La inocencia del escorpión)que en todo momento pulveriza Barnes a través de sus personajes. Imagino la silueta de Rodolfo Meza bajo el sol de Tecomán y su humedad de 40 grados, y no hay comparación con las noches frías de la bohemia parisina de Barnes. Pienso en Rodolfo sacando borrachos de un bar de Guanajuato, y me imagino que la elegancia seductora de Robin no entendería un país como México. ¿Una obra de teatro? Una obra de teatro. Arranco párrafos al azar de El bosque de la noche, y pienso que no hay mejor confesor nocturno que Fray Luis, a menos, claro, que uno imagine las voluptuosidades de Nora y Robin. Al mismo tiempo.

Toda nación con sentido del humor es una nación perdida, como toda mujer con sentido del humor es una mujer perdida


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¿Sabe usted lo que el hombre desea realmente? Una de dos: encontrar una mujer bastante tonta como para que se le pueda engañar o amar tanto como para dejarse engañar por ella.

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A mí me gusta aquel príncipe que estaba leyendo un libro cuando el verdugo fue a buscarle, le tocó el hombro y le dijo que era la hora, y él, al levantarse, antes de cerrar el libro, puso un abrecartas para señalar la página.

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¡Cuidado! En la cama de rey, siempre se encuentra, justo antes de que se convierta en pieza de museo, el excremento de la oveja.

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Los que lo aman todo son despreciados por todo. Dondequiera que se les vea, uno advierte en sus ojos grandes y saltones, ese brillo de los metales pulidos en los que no se ve el objeto en sí, sino el movimiento del objeto.

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Mi abuela, la que se viste de hombre, la que lleva bombín y un bigote pintado con un corcho quemado. Está aquí, ridícula y regordeta, con un pantalón ceñido y un chaleco rojo. Mi abuela, manipulada como una ruina prehistórica que simboliza la vida fuera de la vida, y que ahora se aparece para simbolizar algo que se asemeja tanto a Robin.

* * * * *

Tienes el humor de una persona en trance de muerte, aunque tienes el olor de la mujer que va parir. Eres una de esas mujeres pequeñas y nerviosas que, se pongan lo que se pongan, parecen niños atormentados. Andas de puntillas hasta al entrar al cuarto de baño para llenar la bañera, nerviosa y andante. Te paras agitada y febril delante de cada objeto de la casa. No tienes sentido del humor, ni paz, ni sosiego. Parece que las pocas palabras que salen de tu boca te las hubieran prestado. De inventar un vocabulario, tendría únicamente las exclamaciones ¡Ah! y ¡Oh! (…) Con tu pasión por ser una persona, profanas el sentido mismo de la personalidad. En lugar de tu ser, advierte la tensión del accidente que hizo del animal un conato de ser humano. Eres una de esas mujeres malas e insignificantes del tiempo, porque no puedes dejar en paz al tiempo, y sin embargo no puedes formar parte de él. Quieres ser todo y no eres causa de nada. Inevitablemente uno te imagina en el acto del amor lanzando floridas exclamaciones propias de la comedia del arte, aunque nadie debería imaginarte en absoluto en el acto del amor.

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Algún día, Nora dejará a esta chica; pero aunque las entierren a cada una en un extremo de la Tierra, un mismo perro las encontrara a las dos

miércoles, 21 de octubre de 2009

A la cuenta de nueve


Los compañeros del colectivo DeCafé presentarán su nuevo recopilación de textos, el viernes a las 7:30 de la arde, en Zentralia. Ahí nos vemos!

lunes, 19 de octubre de 2009

Dos libros

La semana pasada me entregaron los ejemplares correspondientes a la publicación de dos libros nuevos.

El libro de poesía Calíope baila con el poeta ebrio, editado por el Instituto Mexiquense de Cultura.



Y el ensayo Los rostros del héroe en la caverna, editado por el Centro de Estudios Literarios de la Universidad de Colima.

Errante corazón urbano





Mi amigo Julio César Zamora Velasco publicará su libro Errante corazón urbano, financiado por la Secretaría de Cultura y editado por Acento. De verdad he visto a Julio rebanarse los sesos y el corazón, y un pedazo del hígado y mucho de los dedos en cada párrafo de su libro. Esperamos, sin saber esperar, que ya salga su libro de las prensas, que lo deje en paz, lindo y mono, el encuadernador. Me pidió que escribiera un texto de presentación. Con todo el cariño que le tengo le regalé las siguientes líneas.

CON JULIO CÉSAR ZAMORA, LA VIDA POR DELANTE


Please allow me to introduce myself
I'm a man of wealth and taste (…)
Pleased to meet you hope you guess my name.
Ah what's puzzling you is the nature of my game.
Mick Jagger, “Sympathy for the devil”.


Delgado, vestido con minuciosa elegancia, guiado por el punto fijo de sus ojos verdes, envuelto en el cobrizo traje de su piel, Julio César Zamora sale otra vez de casa. Su destino pueden ser las calles pero también un recorrido en las montañas, o el campo abierto de un cuerpo femenino, o una cita impuntual con las cosas que suceden: una tarde de café, un juego de billar, la correría contra la furia de una banda enemiga. Tal vez de esa incertidumbre vertiginosa con que el autor enfrenta a la vida, provienen las primeras dificultades para ubicar su prosa, lindes de la poesía y el periodismo, vestigios del ensayo y del relato. ¿O en qué género se situaría el siguiente párrafo, cuando el autor define a “los hombres de la montaña”? “Muchas veces son acompañados por una perdurable incomprensión. Se les juzga de maniáticos o excéntricos por la emoción que les produce una balada, los sonidos de un violonchelo, los ancianos sentados en la plaza y el sabor del vino o del café. Los de la montaña coleccionan libros inéditos, dicen que un hilito de olvido arrastrado es la estampa del hombre, que la lengua es el ensayo de lo desconocido. Saben que el verdadero paraíso no está en el cielo; está sobre los labios de la mujer amada”.

Alguien le dejó a Julio César Zamora la vida para hacer con ella lo que guste. Por eso, según su ánimo, es poeta, pintor, diseñador, carpintero o periodista, porque una escritura así es el testimonio profundo de un hombre y sus circunstancias, no la esgrima de sombras de un estilista del lenguaje. Múltiple y polisémico, como el mural de mil matices donde observa a las muchachas: “Blancos, grises, ocres, verdes, índigos, naranjas, morados, carmines, y todos los matices para Rosa, Ana, Rosalía, Yunuen, y a las que no puedo nombrar, porque no conozco sus nombres pero las imagino en un collage de pátinas, con el recuerdo del perfume, de la voz, de los ojos… cada una vive en mi mural, éste que con el paso de los años adquiere un nuevo matiz, un tono desconocido, y entonces, le invento un nombre”.

Pero absolutamente lírico, se deja atropellar por las palabras, se tropieza consigo mismo, patea las piedras del camino y baila en la cuerda floja del lenguaje de los días. En tanto deja vestigios de agua para las tardes de calor, en una prosa que a fuerzas de amor a la vida se vuelve pura claridad en las pupilas.

También lo he visto escribir. Desasosegado, mientras bebe a sorbos un café, o destapa la siguiente cerveza; reflexivo en la mesa de redacción de un periódico, trazando algunas notas en su libreta, cuando mira el tiempo en un jardín. En estas páginas, cultivadas en el centro de nuestra ciudad, se pueden entrever gotas del café de La Arábica o una que otra de cerveza del Bar La Puerta. Así, incansable y múltiple, sus letras corren por la página al ritmo de su sangre, cuando los días se hacen perfectos montados sobre la piel del mundo, para escuchar y sentir las cosas más sencillas o las más profundas: “Los días perfectos son reales. Escuchar ‘Redemption song’, de Bob Marley, o ‘En mi viejo San Juan’, de Javier Solís. Ah, pero sentir ‘Viva la vida’ de Cold Play, es un himno a la felicidad. Perfecto es la llovizna del amanecer, las calles desiertas y los cafés abiertos; una tarde con música de violonchelo, una libreta y un bolígrafo; de noche, una mujer recargada en una de las columnas del portal. Sonríe. Alguien se acerca a ella…”

A los escenarios se suman los personajes: Kalimán, Jesús, José, Rafael, Mané, Romina, Mariana, Isabel (mujeres, sí, sobre todo mujeres, pero sobre todo mujeres…), y para cada uno de ellos, para cada una de ellas, hay un gesto personal. Julio César Zamora se acerca al mundo con una fiereza personal que hace irrepetible cada testimonio para construir con ellos un hombre nuevo, porque “Hay sombras en el corazón de los errantes: No existe la patria, no existe el hogar ni la mujer amada”.

Lectora, lector, elija al que prefiere, al Diablo, al Parri o a Julio César Zamora.

lunes, 12 de octubre de 2009

Moon party


Cáiganle, es una buena causa. Ahí nos vemos!

martes, 6 de octubre de 2009

San lunes

De todos los días de la semana, ninguno menos día que el lunes. Los más inteligentes lo inician con lagañas en los ojos; los menos son optimistas y miran por la ventana un cielo azul. Es una terrible puerta de entrada a la semana, que al abrirse arrojar contra el cuerpo el sopor del viento cálido contenido en el reloj de arena del tiempo, mientras suelta una carcajada para dictarnos: aún faltan seis días para la gloria del sábado.

Si Dios hubiera hecho el mundo otro día, quizás un romántico jueves o un viernes festivo, el mundo sería distinto y no esta repetición interminable de lunes, que vemos con lentitud hasta en la programación de la radio: es el día favorito de la música culta. Pero no quiero cuestionar la inmensa sabiduría de Dios, que además nos dio en condena ganar el pan con el sudor de la frente y parir a los hijos con dolor. Su tríada perfecta: que los días de trabajo y parto sean de preferencia en lunes, para que estos pecadores entiendan quién es el que manda. Desde entonces, el peso de los lunes sólo se compara con las tablas que a duras penas cargó Moisés.

Tal vez por eso las proezas más importantes en la vida de los hombres comienzan con la leyenda, “era lunes y decidí no hacer lo que tenía pendiente...” Entonces, aquellos valientes comienzan la aventura del día que despertaron crudos, de la mañana del examen al que no asistieron, del juicio que decidieron perder por mera desidia de no salir de casa en lunes. Todavía en calzoncillos, estos héroes del calendario tienen en pago a su victoria, mirar la larga peregrinación de almas compungidas por los días venideros. En tanto que ellos, todavía se soban el estómago disfrutando un delicioso desayuno, tranquilo, de unos jotqueis de mermelada de zarzamoras con crema chantillí.

Cuando es inevitable recorrer las calles para cumplir las obligaciones impuestas por el lunes, siempre se lleva una migraña interna, un resquemor guardado para el día verdadero en que ni las gallinas ponen. Ese dolor de cabeza molestará, mínimo, hasta las nueve o diez de la noche, cuando apoltronados de nuevo en la cama, veamos languidecer con lentitud las 24 horas del lunes. Mientras tanto, el día es un cúmulo invariable de accidentes, de oficios pendientes, de firmas por firmar, de pagos por pagar, de cortes por cortar… El lunes es una repetición insufrible de cosas mundanas, que hasta los sabios museos deciden no abrir para no fastidiar más a los turistas quienes, tremenda paradoja, maldición del lunes, no pueden turistear.

Yo he visto a otros odiar conmigo los lunes. Llegan a su oficina tristes porque perdió su equipo favorito. Las mujeres, de mala gana, prefieren no maquillarse ni usar la blusa escotada que acostumbran para un viernes. Los jóvenes definitivamente no asisten a la clase de las ocho de la mañana. Y hasta los perros prefieren que el calor les escueza el alma más allá del mediodía, nomás para no enterarse de que es otro lunes más encima de su lomo.

domingo, 4 de octubre de 2009

Sobre Una semana con Villa en Canutillo

Hace unos días, nuestro maestro, el Dr. Fernando Curiel, publicó una reseña al libro Una semana en Canutillo. Comparto con ustedes el texto.

Habla Villa

Fernando Curiel

Martes, 29 de septiembre de 2009

Entre el 28 de mayo y el 5 de junio de 1922, Regino Hernández Llergo, jefe de Redacción del periódico El Universal fundado por Félix Fulgencio Palavicini en trance carrancista, entrevistó, en sus hacienda de Canutillo, al norte de Durango, al temible y mítico Francisco Villa. El creador de la División del Norte, el último sobreviviente de los caudillos militares de entraña popular de la Revolución.

Una de las políticas de Palavicini consistía en impulsar los reportajes de largo aliento orientados, los de crítica social, a denunciar los males. Con claridad buscaba conmover a los lectores de clase media.

La entrevista-reportaje tuvo como antecedente inmediato una nota del New York World, aparecida en abril, en la que se especulaba sobre la campaña de Villa para gobernador de Durango.

Para su encuentro con Villa, toda una exclusiva, Hernández Llergo se había hecho acompañar por el reportero gráfico Fernando Sosa y Emilia, una amiga.

La entrevista, pieza fundamental en el examen del villismo, debatida y polémica desde el comienzo, apareció en ocho entregas, en primera plana, del 12 al 18 de junio del mismo año de 1922.

El Universal dio un campanazo de enorme resonancia.

Un año después, el guerrillero caía bajo un reguero de balas emboscadas.

Dos jóvenes y competentes investigadores, Antonio Sierra García y Carlos Ramírez Vuelvas, se dieron a la tarea de editar, íntegra, la histórica entrevista bajo el sello de la Universidad de Colima.

Un botón de muestra.

-¿Y qué tiempo quieren estar ustedes en Canutillo?

-Dos o tres días, general, si a usted no le parece un abuso.

-¿Dos o tres días? ¡No! Eso no les alcanza para nada. Necesitan ustedes quince o veinte días para que se den cuenta de todo... ¡Así tendré tiempo de enseñarles todo!... Ya verán -agregó- cómo tengo yo allí resuelto el problema agrario, que tanto quehacer ha dado a los políticos de mi país, y que es tan sencillo resolver bien cuando uno tiene buena voluntad... En Canutillo, toda mi gente tiene tierras, con sus títulos de propiedad, y todos trabajan, sacan provecho a su terrenito y me ayudan a mí a trabajar con mayores rendimientos. Ellos ganan, yo también, y así vivimos satisfechos: ellos como pequeños propietarios, y yo como el dueño de Canutillo... ¡Todo se puede arreglar cuando se tiene buena voluntad! -añadió acongojado.

Y agregó:

-Ya verán, señores periodistas, lo que es el estado seco en Canutillo... Allí nadie se emborracha, yo he logrado arrancar ese vicio terrible a mis hermanos... Ese vicio, que es la más grande desgracia de mi pueblo y de mi raza.

Y el general Villa hablaba cada vez más conmovido; se veía, en realidad, que cada idea que expresaba la sentía, se le conocía el dolor que le atormentaba cuando se refería a las desgracias de la patria. Y cuando terminó ese interesante periodo sus fuertes ojos, inyectados de sangre, parecieron muy próximos a derramar lágrimas.

¡Ése es el general Villa! Mi palabra de honor.

¿Era sincero, definitivo, el retiro de Francisco Villa a su laboratorio agrario o, en el fondo, suspiraba por la gubernatura o, de plano, por la "grande", la silla a la que ayudó a desmontar tanto a Porfirio Díaz como a Victoriano Huerta?

Ahora bien: ¿qué derroteros siguieron los editores?

En primer término, la edición completa del famoso reportaje, del que a la fecha sólo se habían publicado fragmentos.

En segundo, la realización de un esbozo biográfico del entrevistador tabasqueño, símbolo de todo un periodo del periodismo mexicano desde su arribo a la redacción de El Universal hasta su muerte en 1976, luego de fundar la revista Impacto.

Una observación: Hernández Llergo "en los albores del siglo XX, conservó la tradición de negociar con el presidente la agenda política mediática, mientras hacía del periodismo una poderosa rotativa moderna al participar en la creación de periódicos y revistas como El Globo, El Demócrata, Hoy, Mañana, Todo, Alarma..."

En tercer y último lugar, la revisión de las relaciones de Pancho Villa con el periodismo, relación que dio como fruto la construcción del personaje, del Villa icono de las causas populares y agrarias.

¿Cómo procedió, a juicio de los editores, el joven periodista de 26 años que, sin proponérselo, abría camino ni más ni menos que a uno de los villistas mayores, Martín Luis Guzmán?

Cito, para ilustración del lector de EL FINANCIERO: "El extenso reportaje es una lección de periodismo, en la que el autor utiliza las técnicas del suspense de la novela de folletín con finales abiertos, la duda como ilación de la historia o el énfasis en los momentos de drama, pero también demuestra el dominio de la transcripción en un reportero que debía hacer sus primeras anotaciones en la alcoba de Canutillo".

Forma de neoperiodismo, en suma.

Los símbolos del patriarca




El mes pasado fue publicado el libro Una semana con Villa en Canutillo, de Regino Hernández Llergo, por la Universidad de Colima. Fue una entrevista publicada en 1922, en las páginas de El Universal. Debemos el rescate de la entrevista a Antonio Sierra García. Él y yo trabajamos en un estudio preliminar donde exploramos tres objetivos: 1) La biografía de Regino Hernández Llergo; 2) La construcción mítico simbólica que Regino Hernández realizó sobre Villa al publicar esta entrevista en 1922; y 3) Cómo esa configuración simbólica fue utilizada por la Revolución estatizada para diseñar un modelo patriarcal de gobierno. Más adelante subiré un avance del libro.

sábado, 3 de octubre de 2009

Para iniciar el viaje

Puedo recordar el momento en que escribí este poema. Puedo traerlo de nuevo y compartirlo, porque en verdad fue una sensación hermosa aquello de sentirme lejos, extrañando mi ciudad, ya saben, esta porción de nostalgia con rostros familiares y sitios conocidos y algunas palmeras, el mar, la coronamorfín y todo eso. Llevaba sólo dos meses de andar en Guanajuato (Volps dixit), quiero decir, una temporada de no sé cuántos cientos de horas fuera de Colima, por primera vez. Tenía 20 años en las piernas, de rabia por andar donde fuera y una historia que no podía olvidar de los Royal Welsh Fusiliers a trote sobre la Sierra Madre Occidental. Hacía frío, sí, y seguramente llovía. Estaba en el andén de la central camionera, a la espera de mi turno y escribí:


VIII
Te doy una palabra dulce
ciudad de rumor de carros

Te destierro de ti

Deja que la niebla pueble las calles
y se escuche en los oídos las palabras de amargura

Así abandonada desde ahora te escribo

Nadie como tú
sabe los nombres de la distancia

Después me enteré que el escritor Francisco Blanco Figueroa utilizó este poema en su libro Elogios a Colima, para saludar a su estado natal luego de una vida viajera. Recordar todo esto, me parece, es una buena forma de iniciar el viaje.